Lucen guiños las estrellas.
La luna olvida su cita.
Solo estamos: ellas, yo
y mi alma que les grita,
y la fibra de mi ser
que en su recuerdo palpita.
He venido donde siempre
veníamos, a la ermita,
donde el recuerdo me trae
tu cuerpo, el que tirita
al frío de noches de agosto,
un frío que no se quita
con bufandas, con abrigos,
que del roce solicita.
Yo, como siempre, alelado,
tú, como siempre, Afrodita.
He venido hasta este cerro
a cumplir con la visita
que prometiste a la luna,
esa luna hoy contrita,
la que sin estar siquiera
a tu presencia me invita.
Solo me falta a mi lado
esa cara tan bonita
Que me pregunte: ¿Me quieres?
y que ya no solicita
mis requiebros, mis silencios,
en esta noche infinita.
Fue bebiendo sorbo a sorbo
de la vida su tacita
que hizo añicos aquel coche
en la calzada maldita.
La luna olvida su cita.
Solo estamos: ellas, yo
y mi alma que les grita,
y la fibra de mi ser
que en su recuerdo palpita.
He venido donde siempre
veníamos, a la ermita,
donde el recuerdo me trae
tu cuerpo, el que tirita
al frío de noches de agosto,
un frío que no se quita
con bufandas, con abrigos,
que del roce solicita.
Yo, como siempre, alelado,
tú, como siempre, Afrodita.
He venido hasta este cerro
a cumplir con la visita
que prometiste a la luna,
esa luna hoy contrita,
la que sin estar siquiera
a tu presencia me invita.
Solo me falta a mi lado
esa cara tan bonita
Que me pregunte: ¿Me quieres?
y que ya no solicita
mis requiebros, mis silencios,
en esta noche infinita.
Fue bebiendo sorbo a sorbo
de la vida su tacita
que hizo añicos aquel coche
en la calzada maldita.